A DON ALFONSO DE ALENCASTRO DUQUE. Y SEÑOR DE
ABRANTES; MARQUEZ DE VALDEFUENTES, Y DE PUERTO
SEGURO; CONDE DE LA MEJORADA; GRANDE DE
CASTILLA; GENTILHOMBRE DE LA CAMARA DE
SU MAGESTAD: DE SUS CONSEjOS
DESTADO
Y GUERRA: COMENDADOR MAYOR
DE LA ORDEN DE SANTIAGO EN
PORTUGAL Y CAPITAN GENERAL
DE LAS GALERAS DEL
MISMO REYNO &&
POR DON JERONYMO MASCAREÑAS, CABALLERO DE LA ORDEN DE
CALATRAVA: DEL
CONSEJO DE SU MAGESTAD EN EL SUPREMO
DE LAS ORDENES MILITARES DE
CASTlLLA: GRAN
PRIOR DE GUIMARAES EN PORTUGAL, Y OBISPO
ELECTO DE LEYRIA &&
A DON ALFONSO DE ALENCASTRO. DUQUE Y SEÑOR DE ABRANTES: MARQUEZ DE
VALDEFUENTES Y DE PUERTO SEGURO: CONDE DE LA MEJORADA: GRANDE DE
CASTlLLA: GENTILHOMBRE DE LA CAMARA DE SU MAGESTAD: DE SUS CONSEJOS DESTADO Y GUERRA:
COMENDADOR MAYOR DE LA ORDEN DE SANTIAGO EN PORTUGAL. Y CAPITAN GENERAL
DE LAS GALERAS DEL MISMO REYNO. & .
Pongo en manos de V. Excª este breve epilogo de la Vida
y virtudes de la Serenissima Doña Juana Princeza de Portugal, hija deI
Rey Don Alonso el Quinto, y de la Reyna Doña Isabel. Ordenome V. Excª le
escriviesse, y fué tan facil, como devida mi obediencia. Recurri aI
aparato de los Anales de Portugal (que estoy escriviendo) i allé
bastante
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materia para formar un crecido volumen, que reduxe a este epítome. Leyóle
V. Excª, y obligóme con segundo precepto (tales son para mi los empleos
de su gosto) a que le imprimiesse. Obedesco de voluntad, como lo hiziera
en mandatos de mayor trabajo, dexando a V. Excª la proteccion deste
escrito, pues es justo, que quien movió la pluma, la ampare. Y Quando
esta razon no bastara para no dexarme
libre la elección de Protector; este escrito se devia a V. Excª
de justicia, por ser el pariente más cercano, que la Princesa de que
escrivo tiene oy en el mundo. Fué hermana deI Señor Rey Don Juan el
Segundo de Portugal, tercero abuelo de V. Excª, cuya memoria y
descendencia quedó propagada solamente en la Real casa de Aveyro, de que
V. Excª es dignissimo hijo. Este deudo aunque tan grande, le allamos en
V. Excª duplicado por Ia linea materna, por ser tercera nieta (por
varonia) dei mismo Rey su madre de V. Excª Ia Señora Duquesa Doña
Juliana. Allose unica heredera de su casa, i no pudo elegir otro mejor
empleo, que el deI Señor Duque Don Alvaro su tio, y Padre de V. Excª.
Motivos indispensables son estos en mi para haver de recurrir a
differente protección mas no faltan otros, que necessitan a V. Excª a
assistir con su amparo a este papel. Contiene el la vida de una
Princesa, en cuyos braços podemos dezir nació la Real casa de Aveyro. De
edad de tres meses le entregó el Rey Don Juan su hermano, para que le
criasse, al Señor Don Jorge, su hijo, Maestre despues de las Ordenes
Militares de Santiago y de Avis, Duque de Coimbra: Señor de Aveyro y
Montemayor el viejo, tronco y progenitor dessa casa, y ascendiente de
V. Excª por ambas lineas en grados tan propinquos. Del amor, con que le
crió, y dei favor que siempre le hizo (no obstante aquel heroyco
despego de todo lo que era mortal) dan clarissimo testimonio nuestras
historias, y en esta allará V. Excª no pequeña parte. Es corta, en
volumen, mas grande en enseñança por las heroycas virtudes, de que fué
adornada la Princesa. Reciba V. Excª la materia de su vida a todas luces
grande, y disculpe los desaciertos de Ia pluma, pues pudiendo ocupar
otras más aventajadas, hizo eleccion de la mía, poco acostumbrada a
surcar lo profundo, de semejantes golfos. Con esto quedará V. Excª
servido, y yo animado a fiar mayores volumenes de su protección. Guarde
Dios a V. Excª muchos y felices años con los aumentos, que sus
servidores, y yo el mayor y más obligado deseamos. Madrid de Noviembro de 1648.
DON HIERONYMO MASCAREÑAS
OBISPO ELECTO DE LEYRIA.
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283 /
Tenía el ceptro de Portugal Don Alonso quinto de este nombre, Príncipe
dotado de singulares virtudes, quando en el año de 1452, a seis de Febrero huvo de la Reyna
Doña Isabel hija del Infante Don Pedro y nieta deI Rey Don Juan el
primero a la Infanta Doña Juana, cuya vida y acciones escribo. Nació en
Lisboa, Metrópoli de aquel Reyno, pátria siempre de sujetos ilustres.
Pudo bien llamarse hija de las oraciones de su madre, que habiendo
pasado algunos años sin hijos, las hacía continuadas por tenerlos. Oyó
Dios su justa petición, y haviendo concebido, en los meses deI preñado,
sintió
tan poco los dolores comunes dél, que bien se achava de ver el fruto
que ocupaba sus entrañas(1). Llegado el tiempo deI parto, alumbrada de
Dios, parió una hija la más hermosa que vió aquel siglo. Fuele puesto en
el Bautismo el nombre de Juana por la singular devoción, y afecto, que
la Reyna madre tenía con el sagrado Apóstol y Evangelista San Juan.
Decía
que si cien hijos tuviesse, a todos avia de poner este nombre
por su amor(2). Executo lo en tres, que le prestó el cielo,
y fué el último Don Juan el segundo entre nuestros Reyes.
Celebróse el Bautismo a los ocho días deI nacimiento concurriendo a este
acto las personas más principales Eclesiásticas y seglares deI Reyno. Los Reyes no tenían otro hijo
entonces i por eso haviéndose juntado los pueblos fué jurada Princesa
heredera con las ceremonias de semejantes actos. Tres años después (el
de 1455) parió la Reyna aI Príncipe Don Juan en 3 de Mayo, día en que la
Iglesia celebra la Invención de la Santa Cruz, presagio felicíssimo de
las victorias, que este divino árbol havía de alcanzar por el zelo deste
Príncipe en las quatro partes deI Orbe. Murió la Reyna siete meses
después a 2 de Deciembre de 1456. Con general sentimiento de sus
vasallos por sus excelentes virtudes, con
que mereció el común aplauso deI Reyno.
Mandó el Rey Don Alonso que la casa de la Reyna diffunta quedase
sirviendo enteramente a la Princesa(3). Con este título la trataremos
siempre, porque assi la trató su padre, y el Reyno todo a vista de un
Príncipe heredero.
/
284 /
Fué servida en sus tiernos
años, asta que tomó resolución de dejar el
siglo, con la misma authoridad y veneración que su madre. Fió el Rey su
educación de Doña Beatriz de Meneses una de las principales matronas de
Portugal en virtud, valor entendimiento y calidad. Fué hija y heredera
de aquel ilustre héroe Don Pedro de Meneses primer Capitán General de
Ceuta. Era viuda entonces de Don Fernando de Noroña Conde de Villareal,
hijo de Don Alonso, Conde de Gijón, y nieto deI Rey Don Henrique el
segundo de Castilla, como lo era por su madre deI Rey Don Fernando de
Portugal. Y si es verdad que hace número de méritos la approbación deI
Príncipe, bastantemente quedan acreditados los de Doña Beatriz por ella.
Alcançó la gracia deI Rey Don Alonso, Príncipe no solamente glorioso por
su persona y hechos, más por haver acrecentado la gloria de su Imperio
con el lustre de aquellos de quién se servia. Admitía a su privança
personas, que con sus obras davan abono de su elección; y tenían la
llave de su gracia la virtud y méritos de cada uno, no ruegos, ni
pretensiones. Buscó el Rey como discreto hortelano este buen arrimo a la
tierna planta de la niñez de su hija para que subiese derecha a la cima
de las virtudes sin declinar a los vicios. Los affectos naturales
apenas se la atrevían en aquella edad, aunque sin elección, ni discurso.
Tanto puede la fiel educación, y las costumbres Sanctas, que se pegan, y
entrañan desde la leche! Con esto
iria creciendo en años y virtudes a la sombra de su padre, avisada con su
doctrina y animada con sus exemplos.
Passados los años de la niñez crecía(4) tanto la Princesa
en
hermosura, que a todos los que la miravan, causava amor, admiración y
espanto(5). No sin causa dixeron varones doctos que la Naturaleza como
tan acertada en sus obras, a grandes almas, labra grandes y
hermosos aposentos, donde vivan como merecen. No siempre andan hermanadas
estas cosas, más verdaderamente la hermosura deI cuerpo es retrato de la
deI alma y representación de su bondad. AI mismo
paso creçía en entendimiento y discreción, pues en tan tierna edad
gobernaba su estado y casa con tal prudencia, que si fuesse de edad
perfecta(6). No la hacia falta la prática, que no tenía por la
acelerada muerte de la Reyna su madre, en
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285 / cuya escuela pudiera aprender semejantes aciertos. Pudo
decirse della lo que de otra niña dixo con dulçura S. Ambrosio; que su infancia solamente se havia inferido deI semblante de sus
pocos años, porque en el juyzio havia parecido a todos
de ancianidad inmensa.
Entrada en la edad de diez años empeçó a mostrarse en ella un
maravilloso resplandor deI amor de Díos(7); porque no solo sus
ocupaçiones, sino sus juegos, los mesclava con modesta santidad. No se
mirava ni se oya cosa en ella, que
fuesse indigna de oyr, y menos honesta de ver; antes dexando
muy a los prinçipios los entretenimientos de aquella edad,
se pareçía a las mas cuerdas en los años de discreçion. Todo
era en la Princesa ansianidad modesta i venerables canas, no hechas a
manos de largos dias, sino de gravedad y seso comunicado deI cielo.
Desde entonçes levantó Ara en su coraçon aI verdadero Dios y allí le offreçia sacrifiçios de
buenos deseos y sanctas obras. Aprendidas ya las primeras
letras, empeçó con gran atençion a estudiar la lengua latina(8). Oya
Missa con recogimiento y oraba con demostraçiones de affecto, no
permitiendo que la ablasse persona
alguna, asta cumplir con las devociones, que tenia señaladas.
Tan gran fervor y amor de Dias, no pareçia effeto de tan
tiernos años sino de otra edad mas experimentada. En oyr
leer y referir la doctrina de Christo, de sus Apóstoles, y
Sanctos (particularmente de las Virgenes, que por su Fee, y amor
padeçieron tormentos, y muerte)
(9) sentia tal consuelo,
que en esta gastava la mayor parte deI tiempo. Su platica
ordinaria eran los Martyres, la gloria de sus prisiones y
penas, y quanto mayores eran los rigores, y crueldades que
la contavan tanto era mayor el fuego de su coraçon, y el deseo de verse
en ellas. Con ser muy recatada en dar a entender sus espirituales
affectos, en esto era imposible encubrirlos, porque como çentellas vivas
salian deI fuego que en el coraçon estava. Con esto entretenia el
tiempo,
evitando los juegos y vanidades, propias de aquella(10) edad
. . . . . . . . . . . . . .
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
creçia en ella, mostrando ser querida de Dios, y mansion
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286 /
escogida de un su amor y graçia para ser su verdadera Esposa. Puesta
entre tantas vanidades deI mundo, poco ao poco fué creçiendo en su
coraçon el despreçio y aborrecimiento de todo lo que no era Dios. Era su
patria la celestial
Hierusalen, Cyudad Sancta, morada de los Angeles, y tambien de los hombres, que aun viviendo en la tierra estan escritos por
cortesanos deI cielo. En ella y con ellos vivía con el affecto, y empleo
de toda su alma, sin admittir en su coraçon pensamientos de tierra.
Tan lexos estaba de todo aquello que podia manchar la puresa de espiritu,
que pareçia serio. Con ardiente deseo codiçiava exercitarse en obras espirituales
dentro de su palacio. En él tenia un devoto oratorio, en que muy de
ordinario se recogia apartando de sus criadas (eran muchas, y dellas
prinçipales señoras deI
Reyno) y en dulce conversación con Dios gastava muchas
horas; empleandose en lo que mucho deseava, que era recogerse dentro de
si para vacar a Dios, y darse deI todo a los exerciçios de las virtudes,
con que agradarle a todo tiempo.
En aquella quietud, asseguraua mas la de su vida, sin alexar della los
pensamientos ni los cuydados, mas de aquelle a que podian obligarla las
neçessidades precisas.
Era la Princesa imagen milagrosa donde todos ponian los ojos, y sujeto,
en quien el Cielo juntó admirables bienes de naturaleza, y fortuna.
Estos acompañados con los de graçia, que le grangeavan sus virtudes, le
adquirian un
agrado general, que llevava tras si los animos y deseos de
todos. Lo esclarecido de tan alta sangre, la hermosura deI rostro, la
ventaja del entendimiento, la prudencia aun en los pocos años, la
honestidad, y recogimiento, la gravedad suave
y apacible, el fervor y espíritu totalmente dedicado a Dios,
afficionava y rendia los coraçones mas duros y mas libres. No se estrechó la fama de sus virtudes y hermosura a los cortos límites de
Portugal; mas allá passó de sus lindes, llegó a los más remotos de
Europa, poniendo a differentes prinçipes en deseos de verIa; mas lo que
difficultava la distançia suplia en algo la industria. Enviaron a
Portugal los mas
célebres pintores de aquel tiempo para que sacassen su retrato, entre
otros Luys Rey de Francia y el Emperador de Alemania Federico. Este
cuñado y aquel primo de Don Alonso, Padre de la Princesa. Asseguravan
los pintores, que no llegava la arte a igualar su gracia y hermosura. Al
Rey de Francia venció tanto la admiracion de su retrato (parece fué
este más parecido) que viendole puestas las rodillas en tierra y
alçadas las manos aI cielo dió graçias a
Dios por haver criado tan singular bellesa. Empeçaron con esto algunos
Reyes y Príncipes a pedirIa por esposa a su padre y otros para nuera,
mas el se escusava entonçes con su tierna edad. No penetrando los
consejos divinos, que
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287 /
havian dispuesto no fuesse esposa de Rey alguno de Ia tierra, mas del de la gloria, que la havia escogido para dignidad
tan alta.
En ella contemplava la Princesa continuamente acompañando los affectos
con verdaderos y profundos suspiros del
coraçon. Sabia que toda la grandeza del mundo, y los
dueños della, son juguetes del tiempo y de Ia fortuna, pues no haviendo
sido naçen, y en naçiendo dexan de ser. Era
milagroso prodígio ver en tan pocos años tanta eminençia
de virtudes, tanta piedad para con Dios; tanta reverencia
para con sus ministros, tanta obediençia para con su padre
y hermano el Príncipe, tanta misericordia para con los
pobres; tanta dulçura y apacibilidad para con todos: ver conservada Ia devoçion entre Ias obligaciones reales; Ia humildad entre Ias riquezas;
la honestidad y modestia entre
deliçias de Ia juventud; y aquella flaquesa natural por Ia edad,
por el sexo, y por Ias ocasiones, inculpable y entera entre las
confusiones deI siglo. Era por todos estos respetos grandemente amada
del Rey su padre. Allá era servido y con propósito de no passar a segundas bodas, y no teniendo otro
hijo que a Ia Princesa, y aI Príncipe su hermano (y haviendo quedado en
Palacio con la casa y estado de su madre representándola) su mayor alivio era assistir con ella; llevaba los
saraos y entretenimientos de la Corte a su quarto, como se
haria con Ia Reyna. Su agrado llevava tras si el affecto de
los grandes deI Reyno, y assi era dellos generalmente amada
y venerada y servida. Lo mismo se allava en los menorez porque esperavan
ver por ella al Reyno próspero y en pas con los extraños. Mas Dias inclinó su
coraçón, para que a solo su amor
aspirasse aborreçiendo todas las cosas mundanas. Enterrólas en vida,
porque murió a todas; hasta los
pensamientos, que como más vivos, mueren mas tarde, luego
en los principios de su vida hizieron fin en la Princesa; y
dieron lugar a los deI cielo. Dió muerte a las affiçiones deI
siglo, que quitando Ia vida deI alma, hazen intolerable la
muerte deI cuerpo, solo terrible a aquellos, con cuyo fin se acaban
todas las cosas; no a los que acabaron primero con
ellas y assi no les pudo ser pesado el dexarlas. De tantas
virtudes llegó a ser adornada quando aun no tenia quince años. En tal
edad aI mismo paso que la estatura y la belleza, crecía en ella la
sabiduría y prudencia de tal suerte, que de todos era juzgada por de
muchos más años. No fueron menores entre sus dones el de Consejo con
que encaminava
y el de la eloquencia con que persuadia.
Empeçó desde este tiempo el Rey Don Alonso su padre
a tratarIa de differentes casamientos, porque se allava importunado de
algunos Príncipes, que la pedían. Aborrecia la
Princesa con todo extremo semejantes pláticas, y como el
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amor de Dios no está ocioso, y havia penetrado su coraçón, empezó a
cuydar como se entregaría deI todo a aquel Señor y esposo, que
unicamente amava. Diose a muy fervorosas
y devotas oraçiones, a frequentes disciplinas, y aprendió a
rezar el officio Romano. Resó algún tiempo con la Princesa las horas
canónicas un capellán suyo que havia sido
capellán mayor de la Reyna Madre, viejo, docto y gran siervo de Dios.
Este le explicaba sus divinos misterios (que ella perçibió façilmente
con la agudesa de su ingenio) con que fué mayor su gosto en aquella
sancta ocupación. Quitava grandemente la ociosidad y assi jamás se
ocupava en ver o
oyr cosas vagas y superfluas, gastando la mayor parte deI
tiempo en su secreto oratorio, donde a nadie permitía que entrasse o la
ablasse. Acompañava la oraçión con penitencias, que fueron creciendo aI passo de la edad y deI espírito,
no tanto para rendir su carne (que no consta le fuesse jamás rebelde, ni
molesta a su pureza) quanto por imitar a Christo
y a sus Sanctos. Desde edad tao tierna siguió tao áspero
camino, sin esperar a la robustes deI cuerpo y a las fuerças, intentando
su devoción lo que por ventura defendiera la
prudencia. Cosa es sin duda, que causa admiración, ver una Princesa
dotada de tal hermosura y entendimiento tan servida y venerada de todos que en medio de todos estos favores de la fortuna los despreciasse no acordándose de otra cosa que deI amor divino. No rindió su coraçón a estimar cosas
mundanas; a mayores grandezas aspirava. No a las que finge el amor ciego
de si mismo, con vaga codicia de lo
mejor, y sigue con ansia la ambición humana. A más pura
alteza endereçava el generoso vuelo de su coraçón. Alli caminavan sus
nobilissimos deseos donde en possession segura deI eterno sossiego, esperavan allar satisfaçion sin pesar, y vida sin muerte. Siempre se
encendía más en ella
el amor divino, y a este passo era mas áspera la vida que en Palacio
hacia. Para executarlo con menor embaraço, tomó particular amistad con
una criada suya (a quien la
Reyna havia criado) devota, recogida y dada a todas las
virtudes. Desta empeçó a fiar sus secretos espirituales y los deseos de
su coraçón y juntamente de otra criada antigua de
la Reyna entendida, prudente y devota. Con ambas platicó
sus secretos. Necessitava para el rigor de sus penitencias y
para executar sus desígnios de persona que pudiesse salir de
Palacio. Hizo piles la misma confiança de un criado antiguo, hombre
prudente a quien el Rey havia elegido para thesorero de la hacienda de
la Princesa. Ella le fió otro mayor thesoro, que fué el coraçón y todas
sus riquezas espirituales.
A este mandó le comprasse secretamente áspera estameña y la entregasse
a una de las criadas y a ella hiciesse luego túnicas interiores cortas
de mangas y angostas para poder
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289 /
sin ser vistas traerlas debaxo de las ricas y delgadas. No
contenta con esta penitencia, ciñó sus delicadas carnes de áspero
cilicio, con que continuamente las trahía apretadas. Trataba de
quebrantar el brío deI cuerpo, y sugetar la rebeldia de la carne, tanto
con mayor resistencia, quanto via ser más poderoso el enemigo, y mas
dificil el vencimiento. Estas son las mas fuertes armas, que el Demonio
juega contra la juventud, mas doñosas, quanto menos aborrecidas. Salen
de nuestra aljava y hieren lisonjeando el sentido, haziendonos agradable
nuestra propia muerte.
Como los pensamientos de la Princesa estavan continuamente en Dios,
aborreçia sobremanera todos los entretenimientos humanos, no consintiendo que en su quarto se hiziessen saraos y juegos, sino los que
su Padre (a quien era preciso obedecer) y el Príncipe su hermano le
trahian. Cansábala todo lo que es alegre en la vida; las fiestas le eran
pesadas, la recreación enojosa, el gozo penalidad. No alIava substancia
en los entretenimientos; buscava el gosto en ellos, mas no le allava,
pareciéndole sombra lo que el mundo celebra como lucimiento. Salía a
recibir en semejantes dias a su padre y hermano con real pompa y ricos
vestidos y tocados, por cumplir con la voluntad ajena; mas la propia
caminava mortificada. Fuerça grande de espíritu inimitable de tan flaca
fee como la nuestra, aunque hazedero y possible para quien
la tenía tan viva, y para quien gosta una vez quan suave es el Señor,
quan incomparable la corana que corresponde a este trabajo leve y
momentaneo. Muchas veses por ruegos y obligada deI Rey (por la gracia y
primor con que lo hazia) dançava con él y con el Infante Don Fernando, su
tio, mas era con harto
trabajo y fatiga por tener el cuerpo faxado de silicios y maltratado de
penitencias. Acabado el sarao y despedida de los parientes se recogia a
su oratorio. Allí con profundos gemidos (postrada en tierra, regando su
estrado
de lágrimas) se offrecia a aquel Señor, que de coraçón amava,
pidiéndole abriesse camino a sus deseos. Allávase rayada de aquella luz
divina, que encamina las almas por las estrechas sendas de la virtud y
deseava allar camino adonde poner el pié sin que la cegasse el polvo que
levanta el tropel deI mundo. Este nos tapa los ojos para que no atinemos
a la heredad de todos deseada, y por dar en Jerusalem patria de paz y
unión demos en Babilonia llena de confusión y desconcierto. Passadas muchas horas de la noche en este sancto exercicio salía deI oratorio
y con su Camarera mayor y criadas que la assistían, iva a su camara. Alli
se destocava con el aparato devido a su persona y desnuda se acostava en
la cama donde la dexavan. Como sentia a todas recogidas se levantava
della (mas penosa por mas suave) y se volvia aI oratorio, donde tenia
luz, y allí estava en continua oración,
/
290 / tomando muy ásperas disciplinas. Algunos
dias era con
mayor rigor como el de la Circunsición en memoria de la
primera sangre que Christo derramó por nuestro remedio.
En esta gastava la noche; y sin algún reposo dava aI cuerpo cansado con los trabajos de la penitencia y vigilias, tomavala en la tierra
arrimada la cabeça a una almoada. Causava admiración y consuelo verIa
(olvidada de quanto en el mundo
tenia y pudiera goçar) tan rigurosa en el trato de su persona.
No trataba de otra cosa, que de agradar aI Señor por cuyo amar padecia,
arrebatada en alta contemplación de los bienes eternos y suspirando solo
por ellos.
Regalava empero el Señor a su sierva a los pechos de
su dulçura, y no solo llenava su alma con la suavidad de su
divina presencia, mas aun esforçava el cuerpo con extraordinarios
favores. Como empeçava a romper el alva hecha primero oración se volvia
a su cama porque no se entendiesse en palacio la ocupación de la noche. Sabia bien que
tanto mas segura está la santidad, quanto menos entendida
de los otros, y que siendo la perfeçion thesouro escondido,
el que en su camino le lleva descubierto, sin duda quiere ser
despojado. Tan delicada y frágil es la vasija en que se trae el precioso
licor de las virtudes que de una mano a otra corre tan conocido riesgo.
Acompañava la Princesa estas aspereças
con tales abstinencias y ayunos,
que ni aI cuerpo le quedavan brios para
levantarse, ni aI alma tiempo para divertirse. Mas porque era fuerça
comer en público a vista de sus criadas y officiales, fingia gustar los delicados manjares que la ponian y la mayor parte
se quedava en la servilleta. Otras veces por
no comer se hazia enferma. Quando la hambre despertava
el apetito, la comida era facil y ordinaria, no para çebar el gusto,
bastante solo a detener la muerte y a conservar la
vida. Crecia en ella el desprecio deI mundo y el amor deI
cielo, y con esta se esforçava mas en sus virtuosos exercicios sin que la cansassen ayunos, vigilias, oraciones, disciplinas y silícios. No la embaraçó quanto con amor ciego
adora unicamente la tierra. Tan superior a todo, holló sobre
la ambiçión de las honrras, hecha verdadera señora y Reyna
de si misma. Tuvo coraçón alto, generoso y verdaderamente christiano.
Todo lo que era menos que Dios, fué poco para
lo que cabia en su ánimo; y riquíssima dentro de si, estimava por vil y
indigno a todo lo que estava fuera deI. Los
deI mundo bienes no la debieron un volver de ajas. Sabía
que lo que se da en la mano deI pobre, lo recibe Dios en la suya y se
constituye deudor para pagarIa. Con esta consideración no tolerava su noble espírito que quando arroja
el poderoso lo supérfluo, llore lo necesario el mendigo.
Desorden humana en la destribución de los bienes, que
/
291 /
Dios concedió comunes al hombre. Cumplia Ias obras de misericordia;
mandando vestir los pobres, visitar Ias cárceles y Hospitales, socorrer
enfermos y desamparados, acomodar peregrinos y extranjeros. Antes que se
sentasse a Ia mesa, o se levantasse dela; y a Ia noche antes que se
recogiesse a su oratorio, llamava aI criado Ia execusión de tales obras,
y diligentemente inquiría a quantas, a quales personas, y qué limosnas
havia dado aquel dia. Este era su mayor entretenimento y gosto, socorrer
liberalmente a los necessitados, y acudir con todo lo que podia a los
menesterosos.
En todas partes andava el lenguaje de las virtudes de la Princesa; tanta
es la fuerça de la luz, que aunque bien se esconda, se esconda mal, y
por mil partes se trasluce y reverbera. Llegarian los ecos de sus
virtudes a los extraños. Ya no tenía lugar Ia disculpa del padre en no
admitir plática de casamiento para su hija por Ia tierna edad, pues se
alIava ya en la más acomodada para contraher matrimonio. Con esto se despertaron
algunos Principes a pedirIa por esposa, y otros
por nuera. Fué uno el Rey de Francia(11)
(sic) que embió sus embaxadores a Portugal pidiéndola
para muger de su hijo único y heredero (sic) moço de
quinze años. Concurrian en él todas las razones deI bien común y
particular para que en Portugal se deseara tal empleo. Oyó el Rey Don
Alonso las Embaxadas y fuesse luego a casa de Ia Princesa, que tenía ya
palacio aparte
en Lisboa. Propúsole Ia Embaxada de Francia el gosto que tendría de
verla tan bien empleada y las razones que havia para desear tal esposo.
Desiale que las leyes de la verdadera noblesa, no eran contrarias a Ias
deI Christo; e bien podian juntarse humildad de coraçón y alteza de
linaje; authoridad y misericordia con los pobres, las obligaciones de
casada con las de sancta. La Princesa ninguna cosa aborrecia tanto como
el casamiento, e assi apretarla en esto era afflixirla en lo mas vivo de
su quietud; aunque todos eran golpes ligeros para quien tenía resolution
de atropellar con mayores contrariedades. Escuchó a su padre, y de sus
razones infirió como estava inclinado aI casamiento de Francia. Mas
como havia entregado el coraçón y deseos a otro Principe más alto, con
palavras de mucha prudencia le respondió:
/
292 / que considerasse sus pocos
años para irse a tierras
extrañas, y los del Príncipe de Francia; que convendría
dexarle entrar en edad con que pudiesse gobernar bien sus
estados. Alegava ser el Príncipe su hermano muy niño, y
justo no desterraria deI Reyno sin que el casasse primero
y tuviesse hijos que pudiessen sucederle. Otras razones
alegó que a su padre causaron no solo reparo, mas admiración; y assi
vino en que este casamiento se dilatasse. En
esta conformidad pues respondió aI Rey de Francia, como
también a otros Príncipes que en esta ocasión se mostraron
pretendientes. No se descuydava la Princesa de los medios
divinos, mientras los humanos le eran favorables. Añadia
ayunos, vigílias y continuadas oraciones y con muchas
lágrimas pedia a Dios abriesse camino para que no tuviesse
otro esposo, ni otro Señor sino solo El; que la diesse fuerças
para que a El solo amasse y a El solo sirviesse. Hallávase
sobremanera desengañada, y advertida de la instabilidad
de la voluntad humana, y de la falibilidad con que se trueca
la que parece mas firme, y assi ponía su amor y confianza
en solo aquel Señor que no puede mudarse. Las hojas todas
deste libro son lenguas, sus letras todas, voces, que testifican su amor. Haviala enseñado la experiencia de encendidos affectos que cosa es estar el alma herida de amor,
y envuelta en llamas de su ardiente fuego, y assi se havia
deshecho de si mismo y vivia en ella Christo su Señor
y Esposo.
Estava tan inflamada deI amor divino, que desde
su
niñez no podia retener las lágrimas, quando leya, o meditava
la Passion de Nuestro Redemptor. Continuamente se la
representava llagado y padeciendo. Los gemidos y suspiros
que esta consideración la sacava deI pecho, por mas que
pretendia encobririas en lo secreto de su oratorio, no podían
ocultarse a los que de fuera la escuchaban. Por este camino labró Dias
a sus mayores siervos, y de la profunda y continua meditacion destas
mysterios se han levantado en la
Iglesia los incendios de amor en los pechos de los justos.
De aqui procedieron sus finezas y sus ansias por imitar aI
Christo crucificado. Ninguna cosa assi les aprisionó, ninguna más alentó su amor, como ver a su Creador hazer
demostraciones tan grandes por criaturas tan viles. En toda la Semana
Sancta guardaba profundo silencio ablando solamente lo preciso con brevedad, y desde el jueves no ablava
poco ni mucho passando aquellos Sanctos dias y noches en
profunda oración, acompañada de copiosas lágrimas. Ayunaba toda la Semana y el jueves y viernes a pan y agua.
No se desnudaba en todo aquel tiempo sino assistiendo a
los oficios divinos acompañaba a nuestro Redempor asta la
mañana de la Resurrecion. El Jueves de la Cena ordenava
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[Vol. XVIII -
N.º 72 - 1952]
al criado secretario de su pecho que en secreto traxesse al Palacio dose mugeres extrangeras y pobres. Metíalas en un
oculto aposento y allí siguiendo el exemplo, y cumpliendo el mandato de Christo prostrada a sus piés, se los lavava;
besándoselos en memoria de aquel amor, que nos dexó por señal deI mucho
que nos tuvo, y desea que nos tengamos el que por amigos y enemigos iva a morir en la Cruz. Luego
las dava de vestir, y limosna para sustento de muchos días.
Volvian a salir por la misma parte que entraron que era tan oculta, que ninguna
llegaba a entender donde estuvo, ni conozian a quien era deudora de aquel beneficio.
A esta eminente cumbre de perfeción evangélica havía
llegado la Princesa quando vinieron a su noticia las virtudes,
y sancta vida de Doña Leonor de Meneses, hija de aquel
valeroso héroe Don Duarte de Meneses, Conde de Viana, que tanta materia dió
con su valor y muerte a nuestras historias y a las extrañas. Esta señora despreciando todas las
felicidades mundanas, y muchos casamientos con los primeros deI Reyno,
vivia con la condesa Doña Isabel de Castro
su madre vida sancta y espiritual. Desdeñó el mundo y sus
vanidades, y solo deseosa de recogerse a la religión donde
pudiesse más libremente seguir el camino de sus sanctos
propósitos. No puede bien encarecerse la alegría que a la
Princesa causaron estas noticias. Procuró luego comunicarse con Doña Leonor, y assi empeçó el trato primero por recados, luego por billetes; estos llevavan personas de confianza,
y por este camino consultavan sus deseos, viéndose no con los ojos del cuerpo,
más con los deI alma, encendidas ambas
en amor divino. Asi tratavan de elegir el medio más conveniente a sus sanctos deseos y buenos propósitos, que cada
hora se acrecentavan más como el fuego en materia conveniente. No sossiega el pecho de aquel en quien enciende el
suyo Dios hasta que lo comunica a los que el mismo dispone,
para que se emprenda tambien en ellos. De aquí nace aquella
ansia general, que vemos en todos sus siervos y los trabajos
en que se lançan, y por cuantas dificultades rompen, asta
dexar emprendido en sus próximos el calor que los está
abrasando. Las leyes de la celestial virtud de la charidad
no buscan cosa suya, porque no son suyos los que la poseen
sino de aquel que vive en ellos, pues aun la propia vida no
quiere que sea propia.
Los hijos deI siglo no puéden entender la fuerça de esta
razon espiritual porque aI fin son de carne. Procuravan la
Princesa y Doña Leonor ajustar modo de vida, donde pudiessen servir a Dios
con veras, inclinadas ya con fuerça superior a amar la huyda deI siglo, y a despreciar todo lo terreno.
Los affectos de este amor se ivan apoderando de sus almas,
y se esforçavan con increible vigor, creciendo el deseo de
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açertar en cosa que importa tanto. Ofrecianse diversos caminos aI
discurso de mas o menos perfeción, y a ninguno
se les ivan los ojos tanto, como a aquel, donde perfectamente
allavan las pisadas de Christo. Fué esto de manera que a poco tiempo, ya
no devisavan los demás, y finalmente se desaparecieron. Alláronse sus
almas forçadas de sus affectos a desear seguir sus passos lo mas
semejantemente que les fuesse possible, y a tener solo por gusto el
desearlo. Con esta consideración inquirían la sanctidad de los conventos
de Portugal sin descubrir sus deseos. Passaron algún tiempo en estos
secretos consejos las esposas de Christo. Florecian entonces en
sanctidad y observancia religiosa los dos conventos de Sancta Clara, de
Lisboa y Coimbra, y era grande el olor de sus heroycas virtudes. A cada
cual se inclinavan, no dexando de informarse de los otros. Affligiase
grandemente la Princesa de que se passase el tiempo sin conseguir lo que
cada hora más deseava, recelando justamente no alcançar el beneplácito
de su padre, cuyos intentos no se endereçavan a otra cosa que darla por
mujer a un Principe grande.
Era grande por este tiempo la fama de las virtudes y sancta vida de la
Madre Beatriz Leitam, Priora y fundadora deI convento de Jesús de Aveiro
de la Orden de Santo Domingo. Haviase divulgado tanto por el Reyno que
los principales señores empeçavan ya a meter en el sus hijas y
parientas. Llegaron estas noticias a la Princesa, Que con un nuevo y no
esperado plazer, dió cuenta dellas a Doña Leonor, rogándola inquiriesse
con más particularidad la perfecion religiosa deste convento. La devota
doncella llamó para este effeto a fray Antón de Santa María, Vicário
general de los Dominicos en Portugal y Castilla, que por ser confesor de
la Madre Beatriz Leitam, y por su officio podría dar bastante razão de
lo que se deseava saber. Ablaron los dos largamente de la Religión deI
convento y de sus monjas, y alló Doña Leonor en el informe lo que
deseava tan cumplidamente, que desde luego tomó determinación de
recogerse en aquel seminario de virtudes. Avisada de todo la Princesa
sintió con estas nuevas extraordinaria alegría. Encargola que trabajasse
por saver y alcançar la regIa y constituciones y se la remitiesse
secretamente. Tenía pocas noticias la Princesa de las religiones, porque
las pláticas que oya en Palacio
todas se encaminavan a lo que tocava a su estado. Solamente
tenía algunas deI Real Convento de Odivelas, de la Orden de San Bernardo
fundación y entierro deI bienaventurado Rey
Don Dionis su
(12) (sic). Deseava verle por ver si se
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295 /
inclinava a su modo de vida, y fingiéndose un día malencolica, procuró
divertirse con esta jornada. Fuese a Odivelas (acompañada de Doña
Filipa su tia hermana de la Reyna su
Madre) y abló largamente con la Abadesa y monjas preguntándolas con gran
atención de las cosas de su Orden. Todas le parecieron bien porque todas
eran sanctas, mas no acomodado el lugar para vacar a Dios como deseava por ser a poca distancia
de la Corte, a vista de los parientes cuyas visitas era fuerça la
perturbassen.
Continuava Doña Leonor de Meneses en sus virtuosos exercicios, y
certificada de la gran perfeción con que en el convento de Jesús de Aveyro se exercitavan todas las virtudes, tomó fixa resolución de
entrarse en él. Para hazerlo pidió licencia a la Condessa su madre, y aI
conde Don Henrique de Meneses su hermano. No faltaron contradiciones a
sus sanctos intentos, porque a este tiempo tenían concertado sus
parientes su casamiento con el Duque de Bergança Don Fernando. Estava
ya tan adelante la plática y los contratos deI matrimonio, que no se
aguardava para effetuarlo sino la llegada de Don García de Meneses,
Obispo de Evora, y la deI conde Don Juan de Meneses, Prior deI Crato,
sus hermanos. Sabia Doña Leonor que viniendo ellos se effetuaría el
matrimonio y quedarían frustrados sus deseos, y assi dió gran prissa a
este negocio. Hizo saber a la Princesa como su ultima determinación en
esta materia era atropellar por todos los respetos humanos, y meterse
monja en el convento de Jesú de Aveyro. Holgose ella com estas nuevas y
rogola que la biesse antes de su partida, y mientras no se cumplían
tambien sus deseos de verse monja, trató con todo cuydado desembaraçarse
de sus criadas. Julgava este el mayor estorvo a su resolución, y assi
dispuso
casar algunas y encaminar otras según la vocación de cada una,
distribuyendo con todas liberalmente sus bienes. Lo que la restó de
joyas y alajas repartió secretamente con las Religiones y cupo la mayor
y mejor parte a la de Santo Domingo, que tratava ya como Madre.
Havia la Princesa llegado ya a los diez y ocho
años quando el Rey su Padre (con el zelo que siempre tuvo de aumentar la fee
catholica en las partes de Africa) determinó passar en persona a la
continuacion de su gloriosa conquista
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296 /
y llevar en su compañía aI Príncipe Don Juan, aunque muchacho de quinse
años y muy enfermo. Con esta ocasión eran más continuas las idas deI
Rey a casa de la Princesa, mientras se disponían las armas,
bastimientos navios y gente. La Princesa con achaque de la ausencia de
su Padre y hermano, se quitó los vestidos ricos, que trahía y se vistió
de negro, alegre de que se offreciesse ocasion en que de alguna manera
se desnudasse de cosa que el mundo tanto precia. Savia que las
vestiduras profanas más sirven de tropieços para caer el alma, que de
adornos para componer el cuerpo, y quel demasiado estudio en esto, viene
a ser ostentación y locura que ponen en peligro la honestidad. Deseava
trocar libremente las sedas por los sayales, la vana soberbia de los
vestidos por la verdadera humildad, desnudar el cuerpo delas púrpuras
para vestir el alma de la desnudez de Christo. Llegóse el tiempo de la
jornada deI Rey y disponiendo las cosas deI Reyno dexó su Gobierno
encargado a la Princesa. Despidiose con notable ternura, que ella pagó
con abundantes lágrimas. Partió la armada y quedó la Princesa en
oración continua rogando a Dios por el buen sucesso de jornada tan de
su servicio. Tuvo buen logro su justa petición porque llegando el Rey a
las marinas de Africa ganó con notable felicidad las dos fortíssimas
cyudades de Arzila y Tanjar, que le granjearon el esclarecido renombre
de Africano con
que es conocido en el Orbe. Fué el venturoso sucesso de ambas conquistas
en el mes de Agosto deI año 1471. La de Arzila dia deI Apóstol San
Bartolomé, y la de Tanjar el del glorioso Padre San Agustin. Estas
victorias pusieron terror aI Africa, y apartaron de las riberas a lo más
ásperó de sus montañas muchedumbre no corta de infieles. Llegaron por
differentes avisos a la Princesa las nuevas deste feliz sucesso, y
alláronla en su oratorio, donde desde la partida deI Padre repartidas
sus criadas en differentes velas estava en oración continua. Postrada en
tierra con mucha humildad, abundantes lágrimas y increyble gozo dió
infinitas gracias y alabanças a Nuestro Señor, por la merced que havia
hecho al Reyno y a su Iglesia.
Dispúsose luego la Princesa a recibir a su Padre, que ganadas las dos
plazas referidas, dió sin detenerse la vuelta al Reyno. Mas como todos
sus intentos eran de ser esposa de Christo, quiso aprovecharse de Ia
ocasión para alcanzarlo, pidiendo al Rey por este sucesso licencia de
dexar el siglo, y recogerse en algún convento. Para salir a recibirle
con todas las demosttraciones de alegria, como havía repartido todas sus
galas, dispuso otras de nuevo. Vistiose de terciopelo verde en
demostración de la esperanza que Ia acompañaba de salir de aquella vez
con sus sanctos intentos de hazerse
esposa de Christo. Fueron muchas Ias joyas y adornos
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297 / de que se atavió en
lo exterior, y seguida de sus donzellas y criados en compañia de Doña Filipa, su tia, salió a
esperar a su Padre, y aI Principe, su hermano, que entravan en el
puerto de Lisboa con las demostraciones de alegria
propias de tan dichosa jornada. Llega a su Padre llena de
gracia y hermosura y postrase a sus piés. Esperaban acaso los
circunstantes que pidiesse alguna merced de las que precia el mundo pues cualquiera seria corta en tal ocasión. No
la pide, antes bien alentada de la divina gracia dixo aI Padre con admiración de los que la oyan, e bien sabia que los
Emperadores y Reyes gentiles faltos de lumbre de fee quando bolvian a la patria despues de alcançar alguna señalada victoria
offrecian a sus falsos dioses la prenda que más estimavan asta llegar a
sacrificar sus propias hijas; que no menor sacrificio devia hazer un
Príncipe christiano aI verdadero Dios (que con tan señaladas victorias le havia hecho uno de los
más gloriosos y esclarecidos Reys deI mundo) antes le havia
puesto en obligación precissa de offrecerle la única hija, que tenia,
para Esposa; e conforme a esto le suplicava apartasse totalmente su
pensamiento de casarIa, antes la tratasse de allí adellante como prenda
offrecida a Dios en sacrificio, dándola licencia para eligir convento
en que pudiesse servir
toda la vida a su querido Esposo. Ó siglo verdaderamente
bienaventurado que tan ilustre espectaculo viste! Viste triunfar de la
naturaleza la Gracia; y exercer una superior hermosura imperio sobre sus
sentidos y antojos: rendir sus apetitos y alcançar en la primavera de sus
años aquella
sazón y madurez a que apenas llega el Otoño de la vejez.
Causó esta propuesta notable admiración aI Rey Don Alonso, aI Principe y
a todos los que se allavan presentes mas no osó contradecir el Cathólico Rey tan justa
petición, ni disgustar a una hija a quien tanto amava. Echola
los braços aI cuello y con lágrimas (que bien mostravan la tristeza deI
corazón) respondió que la otorgava lo que tan
justamente le pedia; que se hiziesse la voluntad de Dios a
quien él no podia resistir; que en sus divinas manos ponia
todas sus resoluciones, y esta particularmente que mas que todas le
importava.
Oyda por los Grandes y Señores que estavan presentes
la propuesta de la Princesa y la respuesta deI Padre, reclamaron todos diciendo en altas voces que protestavan por
parte deI Reyno, cuya Princesa jurada era Doña Juana. Mostrose más áspero que todos, y más quexoso el Príncipe;
mas no se oya otra respuesta en la Princesa, sino que a Dios placería
dar larga vida aI Rey su padre y a él muchos hijos, con que no faltasse la sucession aI Reyno. No quiso entonces dar a
entender havia escogido el convento de Aveiro
para su descanso; porque no la estorvasse la consideración
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298 /
de estar lexos, y ser pobre y no conocido aun más que por su notable
clausura y recogimiento. Vuelta a su palacio y recogida en su oratorio
postrada en tierra y regando el suelo con lágrimas de devoción y alegría
dava infinitas alabanças
a Dios por el singular favor y merced que la havia hecho. Detuvose
después desto algunos meses sin hacer novedad
en la resolución que havia tomado, por dexar lograr aI Padre, aI hermano
y aI Reyno el gusto de la victoria passada. Todos continuavan en su casa
llevando a ella los regosijos de la Corte y juzgándola ya olvidada de
sus buenos deseos.
Havía ya a este tiempo (vencidas no pequeñas difficultades) alcançado
licencia Doña Leonor de Meneses de la Condessa su madre para entrarse en
Religión. Con esto buscó oportunidad para verse con la Princesa, y saliendo
de
casa acompañada de algunas criadas se fué a su Palacio. Recibida de la
Princesa con notable amor y apartadas en su oratorio ablaron
largamente de las cosas deI Cielo y de la execussión de sus sanctos
propósitos. Mas como es imposible que la luz deI sol no penetre por
qualquier resquicio, assi el amor de Dias que estava apoderado de su
sierva, no pudo facilmente encubrirse por los indícios de la sancta vida
y continuadas abstinencias que hacia. Esto junto a la nueva conversación
y amistad con Doña Leonor (cuya virtud
era conocida, como tambien la resolución de ser religiosa) despertó aI
común enemigo de nuestro bien, para que levantasse una persecusión
contra esta y las criadas que llevavan sus recados y billetes a la
Princesa. Procuró el por medio de personas que afectavan zelo no fuessen
admitidas en Palacio y sobornaron ellas a los porteros para que no las
dexassen entrar. Causó esto notable pena a la Princesa, mas no pudo
derribar la robustez de su espíritu, antes crecia con estas pruebas el
amor mas alentado y fuerte, sin que contradiciones, ni disgustos,
pudiessen un punto moverIa de lo empeçado.
Con las contradiciones hazia su propósito más firme
assiento en la voluntad y los estorvos la bolvian más constante, porque
creciendo la voluntad, a una crecia el ánimo.
A esta firmesa se juntava un suave aflecto de amor. Ya
descubría tierra menos fragosa, y viendo en Christo las cosas que iva
buscando para allarle, no ya como a medios, mas como a un dulce cielo
las deseava abraçar. Estimava sobre todos los thesoros el que encierran
en si los oprobios y dolores de Christo, y como cosa tan suya se
regalava con su memoria.
Allava en ellas tan aI vivo el amor, que la
mostró, que se aumentava por
mil raçones el suyo. De aquí salian por momentos unos deseos valerosos
de seguirle, y pisar con gusto las espinas que dexó el Señor atrás,
teniendo por inestimable favor lastimarse donde el primero se lastimó.
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299 /
Despidiose Doña Leonor de Meneses de la
Princesa con
gran ternura y encargada que avisasse de todos sus sucesos
se partió para Aveiro acompañalda de la Condessa su madre
y de otras parientas. Llegaron a aquella villa y tomaron
casa para disponerse en que se detuvieron algunos dias.
Señalado el de la entrada fué admitida por votos con general consuelo
de las religiosas recibiendo el havito de mano de
la Madre Beatriz Leytam en seis de deziembro de 1471. Perseveró Doña Leonor en aquella vida cumpliendo
con gran
fervor de espírito las obligaciones de la Relígión, y exercitándose en los officios más humildes de la Comunidad.
Acabado el año de su approbacion y añadiendo virtudes a
virtudes dentro de siete fué eleta subpriora deI Convento, y
por muerte de la Madre Beatriz Leytam (que sucedió dos años después) Priora con gusto general de las Religiosas.
Antes y después se dió de tal suerte a penitencias, ayunos,
y a la observancia regular, que en breve tiempo perdida la
salud, y postradas la fuerças corporales, acabó sanctamente
llena de virtudes y perfeción religiosa.
Como Doña Leonor recibió el havito en el Convento de
Aveiro informó con gran particularidad a la Princesa de su
observancia y regIa. Refiriole las muchas virtudes de su
venerable Prelada y de todas las religiosas. Alegrávase ella con estos avisos, entreteniendo
con ellos la sed que la encendía como el sediento enfermo con el ruydo deI agua. Continuava la correspondencia
con pontualidad, esforçándose las
siervas de Dios una a otra a no desistir de sus propósitos, unidas ambas
con el estrecho vinculo deI amor divino.
Sucedió el año siguiente de 1472 un admirable prodigio con
que Dios quiso anticipadamente dar a el mundo un clarisimo
testimonio de la virtud de la Princesa y de los resplandecientes rayos que en aquel lugar de Aveiro havia de esparsir
de santidad y exemplo. En el mes de março empeçó a verse
sobre el Monasterio de Jesús un cometa semejante a una
grande estrella(13). A la hora de completas era siempre su
principio, y el fin aI amanecer, no faltando aunque eI cielo
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300 /
estuviesse turbado y cubierto dé nubes. Estava siempre fixo sin mudarse
deI lugar en que aparecia que era unas veces sobre el aposento en que
después vivió la Princesa, y otras sobre la sacristía. Salia deI un rayo mayor que los otros (que se iva estrechando asta
hazer una aguda punta)
y cubria unas veces el dormitorio y otras el claustro. Duró este
prodígio sin faltar un solo día asta el de la entrada de Ia Princesa con
gran espanto de todos los que miravan tan maravillosa y no acostumbrada
señal. No menos temieron las religiosas no entendiendo la maravilla,
sino al tiempo señalado.
No cessava la Princesa en los virtuosos exercicios de su vida,
añadiendo deseos a deseos, y suspiros a suspiros por
huyr del mundo y servir aI Esposo, a quien tanto amava. No se podian
encubrir ya sus fervores, por más que procurava dissimularIos. Era
grande el rumor en Palacio y no menor la murmuración acerca de sus
penitencias y de verla más dada cada dia a los exercicios espirituales.
Proseguia Ia correspondencia con Doña Leonor de Meneses y con la
devota Madre Beatriz Leytam de quien tenia particular conocimiento por
haverse criado en Palacio con Ia Reyna su Madre, y servídola quando Ia
Princesa era niña. Pediale que Ia encomendasse a Dios y que lo mismo
encargase a sus subditas. No es facil de explicar el fervor y deseo con
que esta Señora procuraba verse religiosa y debaxo dei pesado Jugo de la
obediencia para seguir el exemplo de aquel Señor que se hizo obediente
hasta la muerte, y muerte de Cruz. Juzgava muy ligera la áspera vida de
Ia Religión comparada con la deI siglo, donde tantas penalidades se
padecen, admirando que se tuviesse horror a la penitencia y no a los
percipicios mortales por donde nos arrastran los vícios. Ello es cierto,
que los trabajos que nos llevan aI daño, abrazamos, y los que nos
apresuran al provecho, aborrecemos. Siniestro modo de entender los
mortales que haviendo de padecer en ambos caminos, eligimos ir
rebentando aI castigo, por no caminar padeciendo aI premio. Lo que más
arrebataba su affecto era Ia consideración de los tormentos de Christo,
su dolorosa pasión, era la que más ocupava su discurso, y todos sus
amores y gustos eran con Jesús crucificado. Estavale mirando siempre y
trayendo a la memoria aquella serpiente de metal colgada en el desierto
para sanar Ias mordeduras de la antigua serpiente en nuestros primeros
originales, de donde nació Ia llaga general, que con tanta razon se
llama cuerpo deI pecado. Comtemplava
aI Christo en su propio ser, vacio por una parte de toda culpa (como la
serpiente hueca) y por otra con más llagas que un leproso (como varon herido de tan rigorosa mano) y como serpiente hecha
con la labor deI
martillo. En memoria
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301 /
de tan devotos mysterios ayudava los viernes a pan y agua guardando
silencio, o ablando solamente lo preciso. Las noches de tales días no se
desvelava y las más sin acostarse las passava en continua oración con muy rigurosas disciplinas. Era particularmente devota deI mysterio de la
Oración deI Huerto, y de la agonía en que en él se vió nuestro Redemptor.
Tuvo toda su vida por devoción tomar hora particular en que encerrada en
su oratorio, puesto el hermoso rostro en la tierra, con abundancia de
lágrimas y gemidos, orava largamente, repitiendo muchas veces las
palabras que nuestro Redemptor dixo en aquella oración a su eterno
Padre. Destas consideraciones salia la Princesa con vivas ânsias de una verdadera imitación de sus trabajos. Brotava la naturaleza corrompida el
pundonor y la estimación que se devia a su real sangre; mas bolviendo
los ojos a los abatimientos de Christo, a sus dolores y a sus llagas,
vencían los deseos de seguirle. Con tal medicina se cura tal dolencia.
Amava entrañablemente la paz y concordia entre los suyos, procurando
con grandes veras concordar a los discordes y unir las voluntades
disconformes. Cuando no lo conseguía con los consejos y amonestaciones,
mandava a los oficiales de su casa no acudiessen con las raciones a los
culpados. Tenía gracia particular para hacer amistades y
assi se logravan ordinariamente sus buenos deseos. Tanto puede el amor
quando le ven en el pecho deI superior los
súbditos, y tan poderosa es la palabra blanda para quebrantar la ira y
deshazer las contiendas! Podrianse assi remediar muchas cosas, si los
que mandan supiessen dar en la cuenta.
No quiso la Princesa dilatar más lo que tanto deseava. Visitándola un
día el Rey su padre, se valió de la ocasión, y postrada a sus piés le
pidió con muchas lágrimas le concediesse la merced offrecida, pues era
tiempo ya de cumprir a Dios la promessa. Despues de muchas altercaciones
y excusas, le dió el Rey por última respuesta, que pues tan firme
estava en su deseo y propósito no queria contrariar la voluntad de Dios (en cuyas manos havia puesto todas sus cosas) y le
offrecia de buena gana en ella la prenda que mas
estimava. Que determinasse quando y donde quería ser
Religiosa para que él y el príncipe la acompañassen como era justo.
Besó la Princesa la mano a su padre por tan deseado favor y le dixo que
por entonces lo que havia determinado era entrarse en el convento de
Odivelas para desde allí deliberar en lo que Dios la inspirasse.
Encargole sus
criados y criadas, que aun estavan algunas por acomodar, y él para todo
la ofreció su real amparo desembarazando a la hija deI cuydado que la
daba mayor molestia. Levantose el Rey muy triste y despidiendose de la
princesa se fué a
palacio.
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D. JERÓNIMO DE MASCARENHAS |