Allá en el graderío,
donde el odiosurgió con tanta ira,
donde habían brotado la hiel y la
metralla,
escupido las balas,
tableteado ciegos halconeros,
hoy salem árboles en flor,
suben hacía las nubes los brazos de
la vida,
rompe cimientos la savia renovada,
alza promesas
su tierna dulzura vegetal.
Y abajo,
entre la arena febril que ya se
escapa
-redondel, anillos de dolor,
confuso griterío-,
con la huella imborrable de la
sangre,
con el grande surtidor que nos ahoga,
estoy soñando a hombres que caminan,
que suben a este mundo de troncos y
ramas
y alcanzan los cogolhas
mirando firmemente,
gritando: “Libertad!” |